Una de las primeras reseñas que se escriben sobre Tergiversaciones es la firmada por José Mar el 13 de enero de 1925 en una página de El Espectador. Allí el comentarista anuncia que “ya se encuentra en las librerías de la ciudad, donde seguramente recibirá algunas hoscas miradas, el libro de versos de León de Greiff “primer mamotreto”, lleno de bellas y extrañas rimas revolucionarias”. También en esta nota José Mar precisa que de Greiff no es un poeta que pueda ganarse, por lo impersonal y por lo reglamentario “la simpatía de la gran mayoría de lectores aficionados a la poesía, y seguramente un “plebiscito” literario no lo favorecería con la unanimidad de los votos. En cambio, el joven poeta ha conquistado definitivamente el aprecio intelectual del público iniciado”.
			Dibujo y diseño del poeta para portada del libro
			Entre las múltiples reseñas de Tergiversaciones que inmediatamente comienzan a hacerse vale la pena destacar la que envía desde Cambridge, Juan Lozano y Lozano, el 12 de febrero de 1925. En ella caracteriza a de Greiff como “un reformador de la rima y un exquisito cazador de emociones” porque “los procedimientos artísticos de de Greiff son múltiples, y no provienen del acaso, sino de un gran sentido de proporción entre el pensamiento y la palabra, y de un gran conocimiento de la lengua”. Juan Lozano enfatiza en que “de Greiff ha resucitado palabras hermosas y decidoras que dormían su sueño de bellas durmientes en los empolvados tomos de Ribadeneira (…) Pero entiéndase que de Greiff no es un coleccionador profesional de palabras obsoletas, lo que sería odioso. El arcaísmo viene de si en los versos de de Greiff, y forma un originalísimo contraste con los neologismos de cuño del poeta”.
			Ejemplar para el amigo patrocinador de Tergiversaciones
Un aspecto interesante de la temprana circulación de Tergiversaciones es el de su valoración comparativa con otros libros de poesía, publicados entre finales de 1924 y comienzos de 1925. Luis Vidales, poeta amigo de León de Greiff y vinculado también al renovador grupo de “Los Nuevos”, el 12 de febrero de 1925, se refiere al libro de Octavio Amortegui Patios de luna. Escribe en el Suplemento Ilustrado de El Espectador que “el libro de Amortegui –aunque no nos convenza del todo- aparece como una seña de lo que vale nuestra juventud. Pero todavía no nos conformaríamos si no supiéramos que Tergiversaciones de León de Greiff hará olvidar en nosotros ese tufillo de agonía que marcó la lectura de los libros del año pasado”. Vidales señala como exagerada la afirmación de un crítico del momento en el sentido de que Patios de luna sea la síntesis de “nuestra tendencia poética”. De igual forma, le parecen esquemáticos los esfuerzos por inscribir las producciones de la poesía colombiana del momento bajo los rótulos de las “escuelas nuevas: cubismo, dadaísmo, ultraísmo, creacionismo, futurismo”, desconociendo que, más allá de las simples nominaciones, le interesan a los poetas colombianos, como lo representa Tergiversaciones y es lo que se desea para Amortegui, “no las rutas viejas sino la orientación novísima, ensanchando la inteligencia y dejando de martirizar las ideas con el consonante, para dar el verso emocional, lleno de sugerencias, de matices desconocidos, con hondas raíces en la imaginación”.
			
			Unas reseña temprana
Tergiversaciones constituyó en su momento todo un manifiesto poético, que revelo propuestas estéticas orientadas hacia la originalidad y hacia una sensibilidad verdaderamente nueva.
La actitud tergiversadora, renovadora, de León de Greiff, evidenciada a través de su primer mamotreto, gravita en torno a su recreación de ciertas corrientes de la tradición y sus propósitos de distanciarse y de polemizar con otras. Sus innovaciones, que tienen en la búsqueda de autenticidad un presupuesto esencial, son el resultado de una profunda inmersión en ese orden simultáneo en el que existen la literatura y la cultura.
En el espacio de la literatura y de lo literario León de Greiff se alió con sus padres y abuelos (poetas modernistas y simbolistas) y tatarabuelos literarios (poetas de la Edad Media y del Siglo de Oro Español) y se distanció de sus hermanos contemporáneos; es decir, sus tentativas de búsqueda de una escritura de la escritura, con un castellano en constante efusión y con buena parte de la literatura a cuestas, lo llevaron a remontarse en el pasado, a escribir poesía con referentes que estaban más allá de la tradición inmediata.
					
