La Balada del trovero transhumante, es uno de los poemas del libro Tergiversaciones que aproxima de manera fascinante a las múltiples formas por medio de las cuales León
de Greiff realiza tergiversaciones de tradiciones culturales para, entre otros aspectos, no rendirles tributo a modas retóricas. Asocia su labor como poeta al trovero, que no trovador. En contextos populares, el trovero es un personaje de las montañas antioqueñas colombianas que va cambiando periódicamente de lugar. Improvisa, como un juglar, una poesía oral y cantada. De ella sobresale el ingenio, la agudeza y el buen humor para expresar amor, hacer denuncias o enviar mensajes de múltiples contenidos. Tal vez, el trovero transhumante presentado por de Greiff va con su vihuela, a la manera de Jorge Manrique, cuando, proponiendo una nueva poética, pide dejar “a los troyanos/que sus males no los vimos”. En vez de llenar sus trovas con referencias esquemáticas, prefiere hacer piruetas con la palabra para no hundirse en la repetición 
y abrazar una vida sencilla, en proximidad a la autenticidad y la belleza : “Orfeo que taña su lira (…) yo voy ritmando mi canción/y voy tocando mi vihuela” …
			Cancionero de Juan del Encina – Salamanca, 1496
Originalmente la vihuela, que es un instrumento de seis o siete cuerdas del siglo XVI, pertenece al mundo cortesano. Sin embargo, como instrumento de mano, ingresó a los contextos populares, tanto españoles como americanos, convirtiéndose en un elemento ideal para el acompañamiento de danzas, bailes e interpretaciones vocales.
León de Greiff pudo haberse familiarizado con la vihuela, indistintamente, a través de los innumerables diccionarios de música e historias de la música, existentes en su biblioteca, o por medio de la fuerte presencia de este instrumento en el Cancionero de Antioquia, recopilado y publicado por Antonio José restrepo en 1925.
			
			Cancionero Gómez Manrique h. 1425
De todos los instrumentos musicales de la Edad Media y del Renacimiento
la vihuela de mano española representa uno de los casos más fascinantes de la historia de la música. No se sabe mucho sobre su aparición en España e Italia, que era donde habitualmente se interpretaba, ni tampoco es muy amplia la información con respecto a las causas por las que se convirtió en uno de los instrumentos más utilizados y populares de España, al punto que llegó a sustituir al laúd. De igual forma, su progresiva desaparición en beneficio de
la guitarra, durante el barroco, también es un misterio. 
Lo interesante es que alrededor de este instrumento llegó a crearse un repertorio de una gran calidad y surgieron en su entorno algunas de las figuras más importantes de la música europea como Alonso de Mudarra, Luys Milán o Luys de Narváez, quien fue uno de los mejores tañedores y compositores de vihuela; decía él con respecto al instrumento lo siguiente:
			
			Autorretrato h. 1920
«Una de las mayores excelencias que la vihuela tiene sobre todos los instrumentos, es que es la más perfecta por la semejanza y conformidad que el sonido de la cuerda tiene con el ser humano por ser de carne».
La vihuela se convierte en un instrumento para el que se escribe una música íntima pero igualmente muy virtuosa, expresiva, casi mágica. Es una muy buena representación del colorido, de la finura y de las tradiciones medievales tendientes a la exaltación del deseo amoroso y dadas a la experimentación o tergiversación.
			Balada del Trovero fragmento mss
Es así como, León de Greiff incorpora a su poesía el arte de las diferencias, de las variaciones, desarrollado por los vihuelistas españoles, y por los trovadores populares. Consiste, básicamente, en la incorporación de modificaciones o transformaciones de
una idea (musical), en forma que retenga una o más características esenciales del original, propio o de otros. Es uno de los fundamentos de León de Greiff para hacer Tergiversaciones, extendiendo y orientando las variaciones hacia el establecimiento de correspondencias, derivadas de la imagen medieval del mundo regida, en buena medida, por una belleza o armonía, resultado de la suma y convivencia de contrarios, de simpatías y antipatías. De tal manera que la extravagancia o capricho, o las maravillas mismas, pasan a hacer parte de la cotidianidad. Es así como León de Greiff es, simultáneamente, León de Greiff y, en Tergiversaciones, Matías Aldecoa, Leo Le gris y Gaspar de la Noche. 
			
			Sirenas encantando
			
			Sirena con vihuela de mano
Otros elementos relacionados con la vihuela que probablemente pudieron haber interesado a León de Greiff están relacionados con que Enríquez de Valderrábano,
de una parte, haya titulado su libro de vihuela como Silva de Sirenas (Valladolid 1547),
a quienes hay que “cantar y oír cantar, y amar…al deseo uncidos”. Y, de otra parte, sería muy atractivo para de Greiff el que ese libro contenga unas pequeñas piezas llamadas «sonetos». Es un nombre no derivado de los sonetos literarios, sino del diminutivo de «son»; es decir, como lo planteo el mismo Valderrábano, se trata de pequeñas melodías pensadas «para dar goze al espíritu», que es lo que se produce, indudablemente, ante los sonetos, sones y sonetetes de León de Greiff y, claro, ante las coplas del Cancionero de Antioquia, subrayadas por él, en el ejemplar encontrado entre los detritos de su biblioteca: 
			Discos de vihuela en la discoteca de LG
Balada del
Trovero
Trashumante
Para Jovica
1918
YO voy tocando mi vihuela —por estas rutas sublunares— fijos los ojos en la estela
de consonancias singulares… 
Yo voy tocando mi vihuela
(mejor que el sistro y que la tiorba), y ría y ría —centinela—
Doña Crítica adusta y torva. 
Lejanos jardines abstractos, fugaces edenes de ensueño…! (En el dominio de los actos resulta inútil todo empeño…)
Yo voy tocando mi vihuela para los sauces y los pinos, para el ave que esquiva vela, para los sapos nada antinos…
Atrás se queden los collados verdinegros, muelles, feraces… Vengan los yermos desolados, los lentos bregares tenaces…
Yo voy tocando mi vihuela.
Y césen las flautas y violas!
Voy, tras la luna que rïela,
como un juglar que hace cabriolas! 
Y ríe, ríe, Multitud,
de mi canción ingenua y nimia;
no hay en mi trova pulcritud…:
¡Si mi cantar no es flor de alquimia! 
Yo voy tocando mi vihuela sin que me importe la opinión del jorobado Pulchinela,
ni del ventrudo Pantalón! 
Orfeo que taña su lira. Trine su arpegio Filomela.
Sople Bouvard, sin tón ni són, y tú, Psiqué, trema y suspira…: yo voy ritmando mi canción
y voy tocando mi vihuela mientras el mundo loco gira! 
					